Notas del autor

«Los arcanos del triunfo» empezó a escribirse muy pronto, dos semanas después de la publicación de «Los naipes arrugados», a partir de sus borradores. Tuve un tiempo que no salía a la calle, y me quedaba en la casa para experimentar un nuevo mundo, encerrado.

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Rubín fue creado completamente en ese pequeño cuarto. Por un lado, me basé en Marte, en su aspecto rojo, y en los grandes dunas del Sahara. Originalmente, el planeta iba a ser uno exótico, con altos árboles extraños y montañas escarpadas de color. Decidí cambiarlo a Rubín, desértico, frío y vasto, iluminado por dos estrellas, LPB y LPA, una enana blanca y una enana amarilla. Un pedazo de la imaginación exótica, cubierto de campos verdes, aparece en la imaginación de las flores cuando Alexander inicia una conexión íntima con su pasado.

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McSolancis provino de algo más complejo. El nombre se origino de un pueblo descrito en un libro escondido, que había escrito junto a Iquitos y la rebelión de las leyendas. Muchos de mis amigos de colegio conocen ese libro, o tuvieron la oportunidad de leerlo. Elegí entre varios enemigos de diferentes países para el antagonista oculto como India, Japón, Estados Unidos, Gran Bretaña e Irlanda. Escogí el último. No lo hice porque es un país malo, sino porque cualquier ser humano puede ser villano. Entonces, se creó Leo McSolancis.

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En Los arcanos del triunfo, se toma la importancia de los portales, un aspecto del cuento que lo tomé de un paseo por la Costa Verde, y me imaginaba una casa ambulante cayendo de los altos alcantilados de Miraflores, y corría apresurado hacia un agujero de gusano que flotaba a muchos metros de la orilla. Mi otro motivo para hacer importante los portales, es porque soy amante de la teoría de los agujero negros y el desconocimiento de su interior.

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El concepto de Zoon-Diakos apareció de la nada, seguro porque fui a La Victoria con mi tía, y vi la imagen grande de Aries, mi signo zodiacal, en un horóscopo. Antes de ese concepto, Los arcanos del triunfo estaba en el vacío, y no podía continuar. Necesitaba a Zoon-Diakos.

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Alexander con el poder de El Guardián de Oro, fue un concepto hermoso. Me imaginaba a un persona, con una piel especial, capaz de crear luz propia y proyectar figuras fractales. Cuando más quería llamar la atención de su existencia, más brillaba, y podía hacerlo más aun. Esta característica entregué a la psicología de Alexander.